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Elige ser optimista

El optimismo tiene mucha relación con nuestra capacidad de atención. Aunque a veces nos resulte complicado, si lo entrenamos, tenemos la capacidad de elegir lo que pensamos, y con ello, de poder poner nuestra atención en aquello que sume o ayude.

 
No nacemos genéticamente predeterminados para ser optimistas ni pesimistas, aunque sí que es cierto que nuestro cerebro, por puro instinto de supervivencia, tiende a estar más pendiente de las amenazas o de los peligros que nos puedan acechar, que de lo bueno o lo positivo que nos pudiera pasar. Con lo cual, el optimismo no solo puede, sino que requiere ser entrenado.
 

Hagamos del optimismo una filosofía de juego y de vida.

¿Sabías que ser optimista es incluso más realista que ser pesimista? Porque mientras el pesimista solo anticipa o se fija en lo peor que puede pasar (sin dar cabida o abrir la mente al lado positivo o a las posibles soluciones) el optimista valora todas las opciones, tanto las buenas como las malas, hasta que finalmente se decanta por la opción no solo más positiva, sino también más resolutiva.

 

La diferencia entre el optimista y el pesimista la marca, por tanto, la actitud ante las circunstancias. Y es precisamente esa actitud la que diferencia en numerosas ocasiones al ganador del perdedor y al vividor del sufridor, especialmente en los partidos o en los momentos más complicados.

 

Si quieres ganar bajo presión, necesitas una buena dosis de pensamientos positivos que focalicen bien tu atención. Veamos 4 maneras para desarrollar ese optimismo:

 
1. Aprende a interpretar un fallo como lo que es: parte de tu proceso de aprendizaje. Como deportista sí, pero sobre todo como persona. Cuanto antes aceptes tus errores más tiempo tendrás para buscar y encontrar soluciones. Fallar no es fracasar, fallar es necesario para poder progresar y excusarse o victimizarse no lo va a solucionar. Observemos tanto en el entrenamiento como en la competición, el tiempo que invertimos en quejarnos tras cometer un error. El objetivo principal es reducir poco a poco ese tiempo inútilmente invertido, porque básicamente, es tiempo perdido. Recuperarse rápido del error es conseguir que este juegue incluso a nuestro favor si aprovechamos el aprendizaje.
 

2. Busca posibles soluciones ante un error. Y digo posibles porque ante un error pueden elegirse distintas vías para llegar a la solución. Prueba tantas soluciones como se te ocurran, hasta que encuentres la que a ti te funciona mejor. Será esta mentalidad, la que acepta el error y se focaliza en la solución, la que te brindará más oportunidades de conseguir el éxito.

 

3. No pares de reforzar tus aciertos y tus buenas decisiones. Como ya se comentó en otro post, la ciencia avala que a mayor número de refuerzos positivos mejor es nuestro rendimiento (en este caso deportivo). Los optimistas se comunican en un idioma positivo, repleto de esperanza: “esto va a entrar, lo tengo muy entrenado, sé que lo puedo mejorar…” hasta que consiguen su objetivo, no por arte de magia, sino porque con sus verbalizaciones optimistas convencen a su cerebro para que les facilite actuar con más decisión y confianza.

 

4. Escribe en una libreta las 3 mejores cosas que hayas hecho durante el entrenamiento o la competición para poner más el foco de atención en todo lo que sale bien o cada día va saliendo mejor, en vez de focalizarnos solo en las áreas a mejorar (“hoy he conseguido estar muy concentrada en los ejercicios, asegurar bastante bien la primera entrada de revés y tomar más la iniciativa en los partidos”). Cuantos más aspectos positivos escribas, más ayudas a la mente a ordenar, memorizar y focalizar mejor la atención, antes de que se nos pierda anticipando amenazas o problemas que ni tan siquiera existen.

 

Si eliges ser optimista, eliges esforzarte, porque lo más fácil sin duda sería quejarse.

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