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“¿Queréis aprender a tolerar la presión? Por favor, olvidaros de esta palabra: especial. Prohibido hacerlo especial». Así empezaba el maravilloso Pep Marí su charla de psicología deportiva en el ring de boxeo del Club Entrena en Barcelona (Round 4).
La palabra especial puede resultar ser más conflictiva de lo que parece, desde el punto de vista psicológico. La RAE nos define «especial» como algo singular o particular, que se diferencia de lo común o general. ¿Es esto lo que buscas? ¿Hacer algo diferente a lo que haces ahora?
Cuando al cerebro le introduces la idea de que un partido es especial, la señal de alarma se dispara automáticamente. El cerebro es inteligente y sabe que algo especial requiere una preparación específica; o ¿acaso irías a una boda con una camiseta que uses a diario? No podemos subestimar al cerebro, la naturaleza es sabia. Si lo programas para un partido especial estarás tirando por la borda los recursos que te han servido hasta la fecha. Le indicas claramente que con eso no será suficiente para ganar esta vez, necesitarás algo más. Siembras la duda de si estarás preparado/a y a la hora de competir es muy probable que tiendas a precipitarte, buscando hacer cosas extraordinarias que ni siquiera has entrenado, y que por tanto no dominas.
En el momento en el que destacas un partido, un combate, una carrera o una competición como especial, le otorgas un valor superior. Y cuanto más valor le das a una situación más nervioso/a tiendes a ponerte. Y el problema no está en ponerse nervioso/a, sino en los cambios que se introducen como consecuencia. Cambios en el estilo de juego, el tiempo de calentamiento (normalmente aumentándolo), los tiempos de descanso, la nutrición, y por lo general, rutinas con las que siempre has funcionado.
Ir al 100% en cada partido y en cada competición es la mejor manera de poder dar en todo momento tu mejor versión. Y que lo que tenga que ser especialmente destacable de la competición sea tu imparable evolución.